La historia de la Casa Amor: Más de siete décadas de esperanza para los niños en Cuauhtémoc, Chihuahua
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En el corazón de Cuauhtémoc, Chihuahua, hay un hogar que ha cambiado la vida de innumerables niños a lo largo de generaciones: la Casa Amor. Este refugio para los más vulnerables comenzó hace más de 70 años gracias a la visión de una mujer norteamericana que quiso proteger a los niños necesitados de la región.
Décadas después, esta misión encontró una fiel guardiana en la madre Herlinda, quien durante 47 años se convirtió en una figura materna para cientos de niños que pasaron por sus puertas. Herlinda no solo ofreció comida y un techo; les dio amor, educación y esperanza en un futuro mejor.
Pero los tiempos cambiaron, y la Casa Amor no fue la excepción. Hace algunos años, surgió un ambicioso proyecto: construir una nueva sede más amplia y moderna para alojar a más de 50 niños. Sin embargo, esta transición marcó el inicio de un capítulo complejo en la historia del hogar.
Cuando llegó el momento de mudarse al nuevo edificio, Herlinda decidió quedarse en la antigua sede en el centro de la ciudad. Junto con tres adolescentes que optaron por seguirla, continuó trabajando en el lugar que había sido su hogar por casi medio siglo. Aunque hubo rumores en la comunidad sobre una supuesta expulsión, Herlinda aclaró que su decisión estaba basada en lo que consideraba más manejable para ella.
Mientras tanto, el nuevo edificio de la Casa Amor inició operaciones bajo la dirección de un comité. Aunque las instalaciones son adecuadas para albergar a más niños, el hogar enfrenta enormes retos financieros y operativos. Actualmente, cuidan a 17 niños y sueñan con alcanzar la capacidad máxima de 50, pero para ello dependen de donaciones, voluntarios y el esfuerzo incansable de los miembros del comité.
Por otro lado, la antigua Casa Amor sigue siendo un refugio humilde, donde Herlinda continúa ofreciendo cuidado a los tres adolescentes bajo su cuidado. A pesar de las dificultades y del deterioro del edificio, Herlinda recibe apoyo de antiguos colaboradores y benefactores que han seguido su labor a lo largo de los años.
La conexión entre las dos casas sigue viva. Herlinda mantiene contacto con los niños de la nueva sede, asistiendo con ellos a misa los domingos y compartiendo desayunos en ocasiones. Este vínculo es un recordatorio de que, a pesar de la separación física, ambas casas comparten la misma misión: ofrecer un entorno seguro y amoroso para los niños.
La historia de la Casa Amor es un testimonio de resiliencia y amor. Tanto en su antigua como en su nueva sede, este hogar sigue enfrentando desafíos, pero también inspira a una comunidad entera a unir esfuerzos para construir un futuro mejor para quienes más lo necesitan.